"Aprendamos de Jesús que nos hizo partícipes de lo que más quería: su Padre. La Liturgia nos lo recuerda:
Asciendo a mi Padre y nuestro Padre, al Dios mío y Dios vuestro.
Silencio, pues, profundo en nuestra vida; y amor, para vigorizar nuestra comunicación con Dios, nuestro Origen, y con los hermanos". (Madre Mercedes)
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