El Espíritu Santo, por medio de los acontecimientos, golpea nuestro ‘yo’ para descortezarlo y así aparezca la imagen de Jesús en nuestra alma. Impedir al Espíritu Santo descubrir esta imagen adorable es fracasar de lleno en la santidad, es estorbar su acción, su ‘quehacer’ esencial, del que jamás renuncia a pesar de nuestra dureza y mediocridad. (Madre Mercedes)
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