domingo, 15 de agosto de 2010

Asunción de Nuestra Señora



Celebramos la Asunción que contiene un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos. Recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado.

El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950. La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida. Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.

En este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes.

La maternidad divina de María fue el mayor milagro en su vida y la fuente de su grandeza. María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, criatura purísima.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también.

María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios.

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