jueves, 24 de diciembre de 2009

Exhortación de Navidad por Madre Mercedes

EXHORTACIÓN – KALENDA







“REX PACIFICUS”

1º El año pasado reflexionamos en esta exhortación de la Kalenda, algo sobre el himno de las I Vísperas de la Natividad del Señor, hoy lo haremos, con la ayuda de Dios, sobre la primera antífona de dichas Vísperas.
2º “Rex pacificus magnificatus est, cujus vultum desiderat universa terra”, así cantábamos y cantaremos esta tarde en las Vísperas, preparando en nuestro corazón el nacimiento del Hijo del Padre. ¡Rey pacífico, cuya presencia desea toda la tierra!
3º Pero, ¿cómo llamamos Rey a un Niño tan desconocido para el mundo, entonces, tan falto de todo, que tiene que ser “reclinado en un pesebre al nacer porque no había sitio para él y sus padres en la posada”? ¿Cómo le llamamos Rey?
4º Y sin embargo es Rey. Y cuando después de que Juan Bautista proclame cercano el Reino de Dios y el mismo Cristo lo anuncie diciéndonos que “se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios en inminente”, tendremos que volver los ojos al Portal de Belén para interpretar este Reinado.
5º Porque aquel Niño que nació en Belén es el “Príncipe de la Paz”, el “Deseado de las Naciones”, el “Rey y Legislador de los pueblos”, el “Pastor de la casa de Israel”, el “Renuevo del tronco de Jesé” “ante quien los reyes enmudecen”, el “Cetro de la casa de Israel”, el “Resplandor de la luz eterna”, la “Sabiduría de Dios”, en fin, el “Rey de los que gobiernan”, “que se alza como un signo para los pueblos”.
6º Entonces, ¿por qué no aparece en su Nacimiento con las señales propias de los reyes? Es, porque Cristo es Rey de lo que no suelen serlo los de la tierra, o sus gobernantes.
7º Es, verdaderamente Rey, Rey primero de Sí mismo, y después de todas las cosas. Confrontémosle con los reyes terrenos, o los que hacen sus veces. Y veremos.
8º Los reyes de la tierra ostentan poder temporal, por medio de las armas. Ostentan grandeza, rodeándose de riquezas, comodidades, esplendor. Ostentan el dominio sobre los demás por medio de las leyes. Quedando, en fin, sometidos ellos a la violencia, al orgullo, a la superfluidad, en su generalidad.
9º De todo esto es de lo que es Rey Jesús. Porque en las pajitas nos demuestra que domina la sensibilidad de su cuerpecito sometiéndolo a la dureza de un pesebre y a la aspereza de unas pajas y por ello nos manifiesta así, que está sobre las comodidades, sobre el confort; las domina, es Señor de ellas.
10º El deseo de grandeza o poderío lo domina también tomando, para aparecer entre los hombres, la frágil figura de un Niño, y además pobre. Su palacio es un portal de animales, su cuna, un pesebre. Así se nos manifiesta superior a las riquezas, a la esclavitud de la superfluidad, superior a la prepotencia, porque podía haberlo hecho con esa grandeza terrena y no lo hizo.
11º Domina asimismo la tiranía de las leyes a veces inhumanas, sometiéndose, haciéndose dependiente del hombre. No se impone, sino que pide con el lenguaje más amoroso, tierno y débil, como son las lágrimas dulcísimas, el llanto de un niño, lo que necesita, lo poco que necesita para vivir, el alimento, los cuidados de su Madre. Su humildad domina el poderío, su paz, la violencia. Su amor domina la opresión.
12º Así, de este modo es Rey Jesús, Soberano de todo, dominador de la prepotencia humana, de la violencia o agresividad, del hedonismo. Y así impone la única ley de Dios, que es la del amor, entregándose a los hombres, a su servicio, humilde y pobre, amante hasta la entrega de la vida.
13º Así es Rey Jesús, porque es Rey por la vía que Dios quiere que lo sea el hombre, por la vía de la paz, que es la vía de la liberación del pecado, del mal. Por ello es “Rex pacificus”, porque es la figura de la santidad del Padre, el “sin pecado”, el pacificado y pacificador.
14º Pero para entender nosotros los humanos esto, hemos de poner empeño en entender y vivir la última parte del anuncio del Reino de Dios que nos hicieron Juan Bautista y Cristo, y que recogimos al comienzo de esta exhortación. Es el “convertíos” de Juan Bautista (Mt 3, 2) y el “Arrepentíos y creed en el evangelio”, de Jesús mismo (Mc 1, 15). Entenderlo y vivirlo. Es decir cambiar de mente.
15º Así, sí. Así sí entenderemos el Reino de Dios y que ese Niño dulcísimo que nace en Belén, que esperamos que nazca esta Noche en nuestro corazón es Rey.
16º Pero ha de preceder la “conversión”, el “arrepentimiento” por haber estado pensando y viviendo hasta ahora de espaldas al evangelio y, en realidad, de espaldas al Reino de Dios, de espaldas al mensaje, al reinado que nos trae este Pequeñín tan divino que esperamos.
17º Hemos de “arrepentirnos” y “convertirnos”. Cambiar de modo de pensar y vivir. Primero pedir perdón esta Noche al recibir a Jesús en la Comunión por no haberle entendido, y después pedirle su gracia para “entenderle” desde ahora y, vivirle. Rendirle nuestro corazón a sus pies, como a Rey nuestro querido, “deseado”, como canta la antífona.
18º Y decirle que para nosotras desde ahora ya es grande lo que fue grande a sus ojos, la humildad, la sencillez, la dulzura, la pobreza, la entrega, el amor. Y que es ruin y mísero la soberbia, la prepotencia, la agresividad, la comodidad, el egoísmo, la falta de amor.
19º Y digámosle a María que por el gozo que tuvo al estrechar entre sus brazos a su Hijo y su Dios nacido de su seno bendito, nos conceda esa gracia de sentir, amar y vivir como Ella y su Hijo sintieron, amaron y vivieron esta Noche Santa y toda su vida. Esa Noche Santa de cielo en la que se inauguró el reinado de Dios en la tierra. El reinado de la no violencia; el reinado del amor; el reinado de la santidad del Padre; el reinado de paz de los humildes de corazón proclamado aquella Noche por los Ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”, a los de buena voluntad, de buen corazón, sencillo y humilde.
20º En esto es glorificado el Padre. Por ello, cuando queramos interpretar el Reino de Dios que nos anuncia el Evangelio, no pongamos los ojos en esas figuras de Cristo que nos han hecho los hombres donde nos lo muestran sentado en un trono con las insignias reales que usan los reyes de la tierra. No. Sino con las insignias reales que le puso Dios, su Padre y con el trono que le preparó su Padre, que son: el pesebre, las pajas, el buey y la mula, o los pañales y el regazo de su Madre dulcísima. Éste sí, así, chiquitín.
21º Éste es el “Rex pacificus” que canta y ha cantado la Iglesia durante veinte siglos, y que los Profetas habían anunciado siglos antes. A éste es al Rey que hemos de reconocer como verdadero, no a otro. Y entenderlo bien, para vivirlo bien, de modo que él pueda mirarnos esta Noche con esos ojitos de estrellas y sonreírnos con la paz de Dios en su boca divina. Y María nos vea de verdad concepcionistas, hijas de este reinado de amor y paz.Así sea.

MADRE MERCEDES DE JESÚS

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