domingo, 6 de diciembre de 2009

Adviento . Meditación Madre mercedes


TERCERA MEDITACIÓN:
¡¡ORACIÓN!!
Lectura: Isaías, 45,15-17 y 19
Reflexión
1º ¿Qué Mesías esperamos? ¡“Es verdad, tú eres un Dios escondido”!
2º La Palabra de Dios conmueve siempre nuestras actitudes. Hoy cuestiona nuestra oración personal al preguntarnos por nuestra actitud de espera, que refleja nuestra actitud oracional.
3º ¿Qué Mesías esperamos? ¡No sea que nos quedemos vacías sin Él! Que nos suceda, después de este tiempo de preparación a su Venida que estamos viviendo, lo que le ocurrió a su Pueblo, que no le reconoció: “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”, no le entendieron y quedaron desorientados… esperando, esperando hasta hoy, al Mesías que se habían forjado, no al verdadero.
4º Aquí está la clave de nuestro acierto en la oración. Buscar. Esperar… recibir en ella al Dios verdadero, al Mesías que viene a restaurar el interior del hombre, a transformarlo en su misma imagen, no en otra.
5º ¿Qué Mesías esperamos en nuestro Adviento, en nuestra oración? ¿Qué Mesías esperamos ahora y a lo largo de nuestra experiencia de Él? ¿Esperamos siempre al Mesías que es, en verdad, un Dios escondido y que para recibirle, esperarle, hay que buscarle en su mismo escondite? ¡En el suyo, no en el nuestro. En la pobreza y anonadamiento, en el de la humildad, en el de su modo generoso de amar, no en el de nuestra aparente pobreza, despojo, humildad y amor!
6º Buscarle en el escondite profundo de su ser inmolado, vacío de gustos, honras y criterios humanos. Buscarle en el escondite de la puerta estrecha y camino angosto, que encuentran tan pocos. No en el de la puerta ancha, vida de sentidos y apetencias que lleva a la perdición.
7º Buscarle en la aridez de la oración, en la oscuridad de la fe. Buscarle, esperarle en su escondite pequeño y amoroso en el que le redujo su amor al Padre y a los hermanos, en donde escondió su divinidad para hacerse más accesible, más funcional al amor de los hombres y a la obediencia o sacrificio de su ser, de su voluntad. ¡No en la aparente suntuosidad de nuestra soberbia o egoísmo, que nos distancia o sitúa lejos de la Hermana!
8º Buscarle, en fin, en la sencillez de una cueva, en la sonrisa de un niño, no en nuestra suficiencia, que será tanto más disparatada, cuanta menos sea nuestra profundidad religiosa, nuestra experiencia de Dios.
9º No nos desorientemos como el pueblo judío. No perdamos el tiempo de Preparación ahora y en nuestra oración después, esperando un Mesías falso.
10º ¡No busquemos a Dios en el vacío! ¡No esperemos a un ídolo! ¡Renovemos nuestra actitud de espera y de oración para que no nos avergoncemos ni nos sonrojemos nunca jamás! ¡Nos lo dice el Señor! Recibámosle como es, para que seamos salvadas y salvemos a los demás con una salvación perpetua. Así sea.

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