Y leemos también: En el verano de 1921, "tomé casualmente un libro de la biblioteca; llevaba por tìtulo Vida de santa Teresa narrada por ella misma. Comencé a leer y no pude dejarlo hasta que no lo terminé. Cuando lo cerré, me dije: esta es la verdad". Algunos días después, acudió a la Iglesia y pidió el Bautismo, que recibió en 1922. A partir de esa fecha, la vida de Edith cambia radicalmente. Ya estaba deseosa de consagrarse del todo a Dios. Con todo, aún tuvo que esperar y ejercer de profesora durante diez largos años. En ellos, se fragua una conciencia muy profunda sobre dos grandes amores de su vida: el pueblo judío y el carmelo. Sobre este segundo aspecto, su director espiritual escribe: "Apenas me fue imposible retenerla en el mundo, corrió derecha al carmelo, como un niño corre gozoso a los brazos de su madre". Edith recibió el hábito el 15 de abril de 1934, adoptando el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. La profesión perpetua la hizo en 1938. Dedicó su vida a ser víctima de la expiación: "Existe una vocación a la pasión de Cristo y, a través de ella, se coopera en su misión redentora..." Y aquí se unen sus dos amores: El Señor hace posible que Teresa Benedicta participe con su muerte a favor de su pueblo Israel. En 1938, fue trasladada al carmelo de Echt (Holanda). El 2 de agosto de 1942, la Gestapo se presentó en el monasterio para arrestarla junto con una hermana suya refugiada allí. Llevadas a Auschwitz, fueron asesinadas el 9 de agosto de 1942. Cuando se busca a Dios con corazón sincero, éste se deja encontrar. Así le sucedió a esta intelectual. La experiencia de otros santos puede ser definitiva para nosotros. Así le sucedió a ella con Santa Teresa. Una vez descubierto y aceptado el Dios verdadero, todo, aun lo más inexplicable humanamente (como la Cruz), adquiere sentido.
Fue canonizada en 1998. Y, en 1999, fue proclamada co-patrona de Europa.
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